PARTE DOMÉSTICO, de Oliverio Coelho

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Por Deborah Behar.
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Parte doméstico es un libro de 9 cuentos, dividido en tres partes y cada una de ellas consta de tres cuentos.

Cada uno transcurre en un lugar diferente y pone en escena a lo cotidiano, pero en algún momento se rompen esas leyes y el universo se vuelve misterioso y monstruoso.

Pero lo curioso es que del tiempo poco se dice, los escenarios aparecen como atemporales. Salvo leves indicios, casi cualquier momento podría tenerlos en escena. Es lo primero que salta a la vista, lo segundo, el espacio. Los cuentos transcurren en espacios opresivos y cerrados. Pero el encierro triangula con la soledad de los personajes y con la obsesión que caracteriza a cada uno de ellos.

Así, vemos a un coleccionista aficionado que vive en un mundo de vigilancia perpetua, pero queda la duda de si esa vigilancia existe más allá de su propio interior. En todo caso, el mundo que se propone en “El umbral” es un mundo desposeído y absorto. Un mundo en el que hay que vivir a escondidas, sobre todo si se es mujer. La distopía que propone Coelho es un universo alienado y deshumanizado en donde lo que el cuento realiza es la fantasía de una soledad absoluta y privada de discontinuidad. La soledad está destinada a permanecer.

Y esta es una característica que se aplica a todos los personajes de Parte doméstico. La soledad con la que viven es condición sine qua non para que el relato exista. Porque hay soledad, hay acción.

Y el móvil que lleva a la acción a cada uno de ellos es una obsesión. Con esto se cierra el triángulo que le da su estructura a Parte doméstico: encierro, soledad y obsesión. Tales son los pilares que organizan los relatos, y hacen a los personajes relacionarse. Se trata de una interacción que se vuelve perversa en casos como el de “Vigilia” o “Los demonios”.

El lugar que tiene la mujer en Parte doméstico, más allá del lugar tangencial, aunque omnipresente de la figura de la madre en muchos de los relatos, se puede ver bien en dos de los cuentos de la segunda parte del libro “Mujeres indelebles”: “Otra mujer” y “La presa”. En el primero, la mujer es objeto, fuente de desconfianza y remarca la imposibilidad de entrega del hombre. Cada gesto de interés por parte de ella, para él es una mentira, un engaño, ella es un ser demoníaco. Pero lo curioso es que a nosotros se nos muestra el artilugio de los pensamientos de él. Nosotros sabemos que él está equivocado, que no sabe leer los signos del amor –a un nivel más amplio, los de la realidad misma- y que por eso, le es imposible amar. En “La presa”, en cambio, la mujer sí es caprichosa y demoníaca y no obtenemos ninguna explicación de la pesadilla que él vive, sino que la vivimos con él. Se trata de la situación narrativa inversa a la primera, no tenemos más datos que los que tiene él para entender por qué ella lo tiene preso, hasta que llega el final del relato y ahí, junto con él, entendemos un poco más.

Pareciera que el lugar de la mujer oscila entre ser aquello que no debe ser visto, como en “El umbral” o se trata de un demonio al que no se puede amar y que sólo existe para darle vida a sus propios caprichos y obsesiones.

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Nació en 1977. Público la nouvelle La víctima y los sueños (Tétrada de Bilbao, 2002), las novelas Tierra vigilia, (Simurg, 2000; BUAP, México, 2001), Los invertebrables (Beatriz Viterbo, 2003), Borneo (El cuenco de plata, 2004), Promesas naturales (Norma, 2006) e Ida (Norma, 2008) y el libro de cuentos Parte doméstico (Emecé, 2009). Lleva adelante el blog conejillodeindias.blogspot.com.
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