ELLA, de Daniel Guebel

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Por Mateo Salinas

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UNA NOVELA DE PERSONAJES CON POCA PERSONALIDAD

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Hablar de Ella, la última novela de Daniel Guebel, es algo difícil. Para empezar, resumir su argumento es imposible. Si se dice algo de él, aun la más breve cosa, se estaría contando toda la novela. Es que Ella no es una novela de argumento, sino una novela de personajes. Lo importante, como dice el título, es ella, Josefina (aunque también la geisha, la mona, Cintia y, por qué no, Lulú), aunque no solo ella, sino también ellos, los protagonistas masculinos: Matías y Julián.

Para contar algo de la historia, podríamos decir que trata de las relaciones de una familia de clase alta que vive en un country y que se ve sacudida por diferentes fatalidades (pérdidas irrecuperables, infidelidades, miedos y obsesiones). Esto lleva a la destrucción y a la generación de nuevas realidades y relaciones. No puedo decir más, porque si lo hago el lector ya no tendría motivos para leer la novela. Lo importante, como dije antes, son los personajes, y de ellos hablaré a continuación.

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Ellas, ellos… nadie

Ella es una novela intimista, psicológica si se quiere. Éste es, a su vez, su principal problema: no consigue lo que evidentemente se propone. Cuando todo se deja en manos de los personajes, éstos tienen que tener una profundidad y una complejidad que justifiquen el transcurso de las páginas. Para dar un ejemplo podría nombrar la novela El guardián entre el centeno de J. D. Salinger, en la que el personaje de Holden Caulfield es más importante que lo que le pasa. En este caso está justificado, porque el personaje lo vale. El problema es que los personajes de Ella, aunque se diga que son inteligentes y sofisticados, son en realidad ordinarios y chatos. Para colmo, la tercera persona en la narración no ayuda a una verdadera interiorización, haciendo que los personajes nos parezcan similares (por no decir iguales). A lo largo de la historia, los personajes no son individuos, sino sombras que pueden adquirir cualquier nombre. Así, una persona obsesionada por el amor de su pareja, puede engañarla descaradamente, o alguien con una determinada personalidad puede convertirse en otra cosa, sin que estos cambios estén convincentemente planteados. Para dar un ejemplo, podemos citar los cambios sufridos por Julián ya avanzada la novela:

"Esa nueva condición, que nunca imaginó que le tocaría experimentar y de la que quería librarse lo más rápido posible, lo obligaba a comportamientos distintos a los de siempre, lo que él mismo interpretaba como una evidencia de que las circunstancias lo estaban llevando a armarse de un carácter nuevo. Siempre había sido de palabra fácil e incluso hiriente, mostraba un estilo despreocupado y ligero que consideraba propio de su velocidad mental, pero ahora se había vuelto observador, reservado, reflexivo."[1]

Como puede verse, no hay más que una enumeración de los cambios sufridos por Julián. El cambio es presentado como hecho y no como proceso. Por supuesto que esto no es más que una cita y que mucho texto queda afuera, pero nada en el resto de la novela justifica o exige, narrativamente hablando, los cambios sufridos por los personajes; los cuales parecen responder, más bien, a un capricho del autor.

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¿Vale la pena o no vale la pena leer Ella?

A fuerza de ser honesto, no creo que haya libros que no valga la pena leer. Hasta de los que uno considera peores se pueden sacar cosas buenas (aunque la enseñanza sea negativa y nos lleve a aprender lo que no nos gusta). Además, Ella logra, por momentos, volverse interesante. El problema es que parecería huir conscientemente de los momentos de mayor interés. Cuando pasa algo que nos obliga a nosotros, los lectores, a sentarnos más firmemente en la silla y aguantar la respiración, la novela corta con su línea narrativa y pasa a focalizarse en otro personaje. Es por esto que los mejores momentos de la novela (como el contacto de Julián con la mona o el encierro de Matías) no están desarrollados, y dejan al lector tenso y desilusionado. Por supuesto, la negativa de narrar estos acontecimientos es intencional, por lo que no podemos decir que Ella fracasa en algo que no se propone. En todo caso, podemos estar de acuerdo o no con lo que busca o estar satisfechos o no con lo que consigue. En mi caso en particular, no estoy de acuerdo con lo que busca ni quedé satisfecho con lo que consigue. Seguramente habrá otras posiciones al respecto.

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[1] Guebel, Daniel, Ella, Buenos Aires, Mondadori, 2010, p. 166.

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Daniel Guebel nació en Buenos Aires en 1956. Es escritor y periodista. Publicó, entre otros títulos, Arnulfo o los infortunios de un príncipe (novela, 1987), La perla del Emperador (novela, Premio Emecé, 1991), Los elementales (novela, 1992), El ser querido (cuentos, 1992), Matilde (novela, 1994) y El terrorista (1998). Adaptó el Fausto de Goethe, que se estrenó en el Teatro Nacional Cervantes y el Schiller Theater de Berlín. Escribió el guión de la película Los aventureros de Rosario, basada en un hecho policial de la vida real.
Vive en Buenos Aires.


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