CUARTETO PARA AUTOS VIEJOS, de Miguel Vitagliano

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Por Malena Olivera

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¿Teoría novelada?

“Imaginemos una sociedad en la que esté prohibida toda conversación acerca de arte, música y literatura. En dicha sociedad, todo discurso, oral o escrito, sobre libros, pinturas o piezas musicales serios será considerado palabrería ilícita.
Estoy imaginando una república contraplatónica en la que críticos y reseñadores han sido prohibidos; una república para escritores y lectores.
Liberadas de las energías de la interpretación y las disciplinas de la comprensión, ¿existirán y evolucionarán en esta comunidad imaginaria, la literatura, la música y las artes sin ser examinadas ni valoradas?”


Si la comunidad que propone Steiner existiese, obviamente no estaría escribiendo. Pero ese no es el fin de este artículo, sino más bien pensar, imaginar por un momento, si estuviésemos en esa sociedad, Vitagliano podría escribir, o mejor aún, si podría escribir ficción.

Podríamos en principio definir a Miguel Vitagliano como un reconocido catedrático de la Universidad de Buenos Aires, un hombre de letras, que además escribe ficción. (Debo confesar que éste fue mi acercamiento)

Sin embargo, ahora me pregunto, ¿no será un escritor que se dedica secundariamente a la teoría? No me interesa que vino primero, si el huevo o la gallina, y muchos menos si su vocación es una o la otra, me interesa, sin embargo, pensar cuál es el vínculo entre ambas esferas, pensar si pueden o no convivir plenamente. Que lo hacen, ya es un hecho; ahora sería interesante reflexionar un momento sobre si su relación es de contribución o de entorpecimiento.

Abundan ejemplos de escritores que se han dedicado, en un momento o en otro, a pensar el arte, a escribir, no arte, sino sobre el arte. No entraré en esta oportunidad en el debate sobre si la crítica o teoría literaria es también literatura. Lo que es evidente es que cuando un escritor escribe un ensayo sobre literatura eso también es literatura. Nadie que haya simplemente transitado Filosofía de la composición, puede dejar de ver allí al Poe escritor. Nadie creerá verdaderamente en lo expuesto allí como paradigma de la creación, sino que saboreará, disfrutará de la excelencia de Poe como narrador. Ahora bien, creo, y es solo eso, una tentativa, una orientación del pensamiento, que la relación inversa es más conflictiva.

Cuando alguien dedicado, nacido del ámbito de la teoría, de la racionalidad del pensamiento, intenta abandonarse a los avatares del arte, para vivirlo, y no ya para pensarlo, tengo la impresión que nunca lo logra verdaderamente. Nunca un teórico deja de ser un teórico, jugando a hacer literatura, pero uno puede rastrear allí, muy rápidamente, narradores preocupados más por su propia narración que por la historia.

Podríamos pensar que efectivamente todo narrador se preocupa de la narración, pero creo, firmemente, no ya como tentativa, que un buen narrador es aquel donde este proceso no se evidencia, es aquel que construye su posición como parte de la historia misma, aquel que también se ficcionaliza, que se mete dentro de la historia para formar parte de ella.


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La tétrada

Cuarteto para autos viejos podría pensarse, como su mismo prólogo nos invita a hacerlo, como una novela sobre el amor, o más exactamente, como una novela sobre el desamor.

Organizada en cuatro capítulos, comienza narrando la historia de la separación de Leticia y del hombre que hacía las casitas, cuyo nombre nunca es revelado. El primer capítulo estará exclusivamente dedicado a la relación entre ambos, a los conflictos típicos de un matrimonio sin demasiados sobresaltos, una pareja que decide separarse, pero que debido a problemas económicos, deberán seguir compartiendo el hogar. La historia comienza a complejizarse, o amenaza con hacerlo, con la incorporación de un tercer personaje, Octavio, quien se convertirá muy rápidamente en el amante de la mujer. Justamente cuando la relación empieza a generar conflicto, se da fin al primer capítulo, para dar lugar al segundo apartado dedicado a Perla, quien a lo largo de la lectura, nos enteraremos que es la mujer de Octavio, quien por otro lado, desconoce la nueva relación de su marido.

Se incorporan allí personajes secundarios, como el vecino misterioso, y el hijo que este segundo matrimonio tiene en común. La historia avanzará entonces, de manera alternativa. Nos enteramos cómo sigue la relación principal no por ella misma sino por la narración de una historia secundaria.

Lo mismo sucederá con el tercer y cuarto capítulo, dedicados al propio Octavio y a Matilde, hermana del hombre de las casitas, respectivamente.

El recurso utilizado de recortar las historias, para relacionarlas entre sí es altamente efectivo, hace avanzar el relato. Es “una pieza musical para cuatro voces”, como su contratapa nos anticipa.

Si bien es cierto que existe una primera, minúscula, desilusión, al finalizar el primer capítulo, de ver interrumpida nuestra historia principal, una vez que descubrimos que se continúa con ella de manera subsidiaria, el relato no hace otra cosa que volverse aún más interesante.

Cada capítulo nos ofrece un nuevo protagonista, una nueva historia, pero a su vez (y quizás sea esto lo mejor de la novela) nos hace avanzar en la historia anterior. Es como si de alguna manera recortáramos un fragmento limitado de tiempo, y nos pusiéramos a ver allí que sucede con estas cuatro personas, en qué consiste sus vidas, y cómo se relacionan entre sí. Es solo en ese momento, y en relación con los demás personajes. No hay el desarrollo de una vida de ninguno de los personajes. La historia es, de alguna manera, una sucesión de fotografías. La historia, sencilla, cotidiana, se presenta de esa manera, como una sucesión de imágenes que hace avanzar el relato, pero donde el acento no está puesta en ninguna de ellas. La historia de la novela, es la historia de sus personajes, no hay nada por encima de ellos, ni nada por fuera de ellos mismos.


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El valor de la ignorancia

Nuestra duda inicial se perfiló en el sentido de partir de pensar la relación de la literatura con la teoría, usando como ejemplo esta novela, y la figura de Vitagliano en particular. Si sabemos, si conocemos algo sobre el autor, esperamos encontrarnos allí con un narrador preocupado por la narración, con un narrador que conociendo todos los recursos, podría hacerlos girar sobre sí mismos. La novela, por suerte, nos desilusiona.

La historia, una simple historia, se pone en primer plano, y no aparece allí ningún indicio que nos lleve fuera de ella. Ni el narrador ni ninguno de los personajes se construyen sobre una problemática que no se juegue dentro de la propia historia. Aparece muy claramente el desinterés porque se note allí la maestría o la sabiduría del propio escritor.

Si no conociésemos absolutamente nada sobre Vitagliano, jamás pensaríamos, porque no hay nada en la novela que nos lleve en este sentido, que se trata de un hombre dedicado a la teoría. Esta “desilusión” es quizás la mayor proeza de la novela, el abandono a la ignorancia. No hay allí un escritor preocupado por hacernos notar toda su sapiencia, ya sea en voz del narrador o de alguno de sus personajes. Más bien lo que sucede es que se nos presenta una historia, donde los conocimientos que podemos presuponer en un hombre como Vitagliano, son capitalizados de tal manera que la historia no sucumba ante ellos, sino a la inversa. Es la historia la que prima, mientras el sabio calla.


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- Vitagliano, Miguel, Cuarteto para autos viejos, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2008.

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Miguel Vitagliano nació en el barrio de Floresta en 1961. Es profesor de Teoría Literaria en la UBA. Su obra para radio Luna de frontera recibió en 1993 el primer premio en el concurso Nacional de Obras Radiofónicas, organizado por el Instituto Goethe y Radio Clásica, entre otras instituciones. Ha publicado los ensayos La novela extraña de Sicardi y Lecturas críticas sobre la narrativa argentina, y varias novelas, entre las que se destacan El niño perro, Los ojos así (por la que recibió en la ciudad de Berlín el Anna Seghers-Preis 1996, premio con el que se distingue anualmente la obra de un escritor latinoamericano), Vuelo triunfal y Golpe de aire. Fue reconocido como uno de los tres nuevos narradores destacados en la encuesta realizada por la Revista Tres Puntos a escritores, críticos y editores.
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