LOS PELIGROS DE FUMAR EN LA CAMA, de Mariana Enriquez

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Por Esteban Samorano
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TERROR ARGENTINO... Y DEL BUENO


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- Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enriquez

Los peligros de fumar en la cama (2009) reúne doce cuentos de terror de Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973). Narrados con un estilo impecable, los relatos hacen uso tanto del terror psicológico como del sobrenatural. Cuentos como “El desentierro de la angelita”, “El aljibe” o “Chicos que faltan” ponen en escena fantasmas repugnantes, maldiciones terribles y circunstancias fantásticas. Por el contrario, relatos como “Dónde estás corazón”, “Carne” y “Los peligros de fumar en la cama” presentan horrores psicológicos, obsesiones malsanas y patologías nerviosas. De cualquier forma, sea en el ámbito de lo sobrenatural o no, Mariana Enriquez logra lo que no muchos logran: sensibilizar al lector, golpearlo y, hasta en algunos casos, horrorizarlo.



- Un libro inesperado

En el mercado editorial argentino hay dos cosas que no rinden: una es el género de terror (de autores argentinos, por supuesto) y otra es el formato cuento. Si bien nadie se pronuncia oficialmente con respecto a esto, basta con ver los anaqueles de las librerías para notarlo. Recuerdo que una vez le pregunté al responsable de publicación de una importante editorial sobre por qué no se publicaban libros de cuentos de personas contemporáneas. Él me respondió: “Lo que ocurre es que, en relación con los lectores, en la Argentina no se leen cuentos de gente que no se conoce; y con respecto a las editoriales, un libro de cuentos no nos dice a ciencia cierta si un escritor tiene futuro o no”. Al parecer, los cuentos no son de fiar. Una persona puede reunir unos cuantos cuentos que escribió a lo largo de su vida y lograr un libro de una calidad aceptable (claro, puede dejar cientos de cuentos malos a un lado); por el contrario, las novelas son más transparentes: llevan más tiempo en su elaboración y, por eso, nos hablan del autor en tanto instrumento constante de creación artística (y con esto entiéndase: máquina de vender y producir dividendos). Dicho de otra manera: si una persona logra escribir una buena novela, es probable que logre escribir otra; si una personas escribe diez cuentos buenos, nada nos indica que pueda escribir otros diez de esa naturaleza, y mucho menos una novela (y recordemos que se venden más novelas que libros de cuentos).

Por esto es notable la aparición de este libro, que parece tirar por tierra todo lo dicho en el párrafo anterior. Y, de más está decirlo, me alegro por eso.

El innegable talento de Mariana Enriquez (una escritora no sumamente conocida, pero tampoco principiante) volvió posible lo improbable: un libro de cuentos de un autor poco conocido (un gran logro) y, encima, de cuentos de terror (un logro desmesurado). En la Argentina, al menos eso parece, el género de terror creado por argentinos no tiene arraigo. Mientras que el fantástico, con grandes antecedentes como Borges y Cortázar, reaparece de vez en cuando (aunque cada vez menos, es verdad)[1], el género de horror es prácticamente inexistente entre nosotros. De hecho, uno de los grandes escritores de terror de la literatura argentina es Horacio Quiroga, quien falleció hace poco menos de cien años y que ni siquiera era argentino… En conclusión, no hay ni ha habido escritores de peso en la literatura argentina que publicaran historias de terror. Los argentinos no podemos más que conformarnos con lo que viene de afuera, desde otros tiempos u otros continentes. Al menos hasta ahora, claro: Mariana Enriquez se une a esos escritores argentinos, entre los que se encuentran Carlos Feiling y, recientemente, Ángel Faretta, que intentaron darle a las letras argentinas eso de lo que, por inexistencia de autores (lo dudo) u omisión de las editoriales (lo veo más probable), históricamente ha carecido: una literatura de terror.


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- Los peligros de fumar en la cama: terror argentino

Terror argentino, ¡cuánto nos gustaría verlo en las mesas de novedades! ¡Cuánto podríamos descubrir de nosotros mismos con historias así! En el caso de Los peligros de fumar en la cama, esta cuestión es evidente, ya que hay cuentos que sólo se podrían haber escrito en la Argentina, como es el caso de “El carrito” (que pone en escena el desprecio a la creciente pobreza y el miedo a la inseguridad) y de “Cuando hablábamos con los muertos” (en donde una sesión de espiritismo tiene como fin la invocación de personas desaparecidas en la última dictadura militar). Estos cuentos en particular y el libro en general hablan de nosotros mismos, como individuos y como país. Es hora de que las editoriales comiencen a prestarle atención a este género que, como el fantástico y el policial, de seguro guarda grandes nombres y excelentes aportes para nuestra literatura.


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- Un cuento: “El desentierro de la angelita”

Voy a centrarme en uno de los cuentos de la antología: “El desentierro de la angelita”. Las razones son varias. Primero, porque es uno de los cuentos que más me gustó; segundo, porque al ser el primer cuento del libro, es una buena forma de entrar a Los peligros de fumar en la cama; y tercero, porque es un cuento de fantasmas especial, que invierte varios tópicos de las historias de fantasmas “tradicionales”.

“El desentierro de la angelita” cuenta la historia de una niña que encuentra, enterrados en el patio trasero de su casa, los huesos de un bebé. Los restos resultan ser de una tía abuela suya, “la angelita”, muerta a los pocos meses de nacida. Después del descubrimiento, vuelven a enterrar los huesos en el patio y, con el tiempo, cuando la casa se vende, los huesos quedan allí. Pero la angelita no desaparece, sino que se le presenta a la narradora diez años más tarde, en su departamento, cuando ella ya es adulta y vive sola. A partir de ese momento, la angelita, muda y a medio pudrir, se quedará con la narradora como una hija con su madre. Cuando la narradora por fin interpreta lo que la angelita le dice por señas, lleva a la niña muerta a la casa donde descansan sus restos; pero al llegar allí ven que donde estaban los huesos hay ahora una pileta de natación. Inexorablemente, los huesos se han perdido. Entonces la narradora asume toda la responsabilidad por no haber desenterrado a la pobre angelita y llevado sus huesitos a otra parte al momento de vender la casa. Pide disculpas con toda sinceridad y ve que la pequeña la perdona. Cuando la historia parece concluir, cuando la angelita parece haber alcanzado la paz y se encuentra lista para abandonar el mundo de los vivos, da a entender con señas que no piensa abandonar a su nieta, que en realidad es como una madre para ella. Y así concluye la historia, con un fantasma mudo y podrido, que llora en los días de tormenta y que puede ser visto tanto por la narradora como por cualquier persona que se cruce por su camino, que se niega a abandonar a su familiar más directo y que se transforma así en una hija en descomposición.

Los resúmenes nunca hacen justicia a los relatos. Este caso no es la excepción, y el resumen del párrafo anterior no hace más que presentar de forma pobre una excelente historia. “El desentierro de la angelita” es un cuento de terror que sensibiliza al lector, al tiempo que juega con las convenciones del género. En primer lugar, en las historias de fantasmas solemos ver cómo los humanos son víctimas de la maldad de los espíritus. Éste no es el caso, ya que si bien la narradora es, a su modo, una víctima, ya desde el principio nota que el fantasma es inofensivo: “Solamente sé que no es mala, y que le tuve miedo al principio, pero hace rato que no”[2]. Además, la descripción misma del espectro está construida en oposición con lo que se puede esperar de las historias de terror convencionales: “La angelita no parece un fantasma. Ni flota ni está pálida ni lleva vestido blanco. Está a medio pudrir y no habla” (p. 17). E incluso su misma aparición, en pleno día, rompe con la típica noche fantasmal, tanto que hace decir a la narradora: “Es raro ver a un fantasma de día” (Ibidem), como si lo raro fuera la hora en que se le aparece la angelita y no la angelita misma.

Estas desviaciones de los parámetros convencionales del género no impiden que el cuento impresione, todo lo contrario. La angelita impresiona más que muchos fantasmas malos y etéreos. Impresionan sus silencios, sus huesos asomándose por los resquicios de su piel podrida, su determinación a quedarse con la narradora. Y en esto también el cuento se aleja de las historias de fantasmas. En ellas estamos acostumbrados a ver que los espíritus tiene asuntos pendientes y que, después de solucionados éstos, pueden dirigirse al mundo de los muertos, que los espera. Éste no es el caso de “El desentierro de la angelita”. En este relato las cuentas pendientes no deciden si el espectro se va o se queda, lo decide él mismo. Y aquí está lo terrible: ¿qué es peor, que un fantasma se aparezca o que, una vez con nosotros, se niegue a abandonarnos? El cuento nos muestra que esto último es lo peor de todo. Y así vemos cómo la angelita se queda con la narradora, para siempre, con su piel cada vez más podrida y sus huesos cada vez más a la vista.

De esta manera, con un planteo diferente, el cuento “El desentierro de la angelita” logra lo que la repetición de las pautas del género, por esa misma repetición, ya no suele conseguir: mostrarnos una nueva cara del terror, mucho más terrorífica que las caras que ya conocemos. Un excelente relato, que es el punto de partida de un excelente libro.


[1] Un caso excepcional dentro de la literatura fantástica argentina y contemporánea es el de Samanta Schweblin, quien ya lleva publicados dos libros de cuentos. En este número de Sudor de tinta, Lucas Berruezo trabajó con el segundo de ellos, Pájaros en la boca. Para ver el artículo hacer click aquí.

[2] Enriquez, Mariana. Los peligros de fumar en la cama. Buenos Aires, Emecé, 2009, p. 21. A continuación, las citas se harán según esta edición.
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- Enriquez, Mariana. Los peligros de fumar en la cama. Buenos Aires, Emecé, 2009.
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Mariana Enriquez nació en Buenos Aires, en 1973. Es licenciada en Periodismo y Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata y trabaja en Radar, el suplemento de arte y cultura del diario Página/12. Colabora con revistas como Rolling Stone, La Mano, Dulce Equis Negra y La Mujer de mi Vida. Publicó dos novelas, Bajar es lo peor (Espasa Calpe, 1995) y Cómo desaparecer completamente (Emecé, 2004), y cuentos en las antologías La joven guardia (2006), Una terraza propia (2006), En celo (2007) y Los días que vivimos en peligro (Emecé, 2009).

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2 comentarios:

  1. orribleeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  2. vean esto! El tipo es genial
    www.lavidameodia.blogspot.com.ar
    Gracias! Marta

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SUDOR DE TINTA

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