JUEGOS DE PLAYA, de Betina González

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Por Julieta Abbruzi


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La incertidumbre de la historia

Juegos de playa tiene como protagonista a una niña de unos ocho años. Es una historia de verano, o de varios veranos, o varias historias. Juegos de playa es varias cosas al mismo, o por lo menos, lo intenta. Comienza tomando como punto de apoyo un hecho fundamental en la historia argentina: la guerra de Malvinas. La descripción infantil de la playa de Mayo atestada de gente apoyando el combate, inicia el relato, y pone desde ese momento en primer plano de qué se tratará la obra.

Un personaje central será un misterioso soldado que vive en una casa aledaña al hogar veraniego de la protagonista y su familia. Sin embargo, la historia se centrará por momentos, por muchos momentos, a decir verdad en la relación entre Andrea, la niña y su hermano Rafael, solo un par de años mayor. Se describe, se focaliza, en el vínculo entre ellos, en la admiración de la menor por su hermano, en los secretos infantiles que comparten. Pero su relación parece estar siempre atravesada por la historia del soldado. Nada saben en principio sobre él, y todo buscan averiguar. Suponen una participación en Malvinas simplemente por el chusmerío de la gente construyendo así un personaje misterioso y oscuro. Por edad y por género, Rafael es quien logra un contacto con el veterano, sin dejar participar directamente a su hermana, la cual solo logra ser oyente secundaria de sus hazañas.

Hasta ahí parece llegar la historia. Sin embargo, el final de la novela nos sorprende revelándonos la identidad desconocida del soldado. Aunque por razones de solidaridad con el futuro lector no descubriré dicho desenlace, me gustaría hacer una pequeña puntualización al respecto. Aunque es bien recibido por mí (en la mayoría de los casos) el ingenio para sorprender a un espectador anestesiado, es necesario también decir que este caso resulta injustificado. Mejor dicho, resulta inverosímil. Es demasiado abrupto, pero no en el sentido de ir contra la presunción que el relato mismo ha generado, y causar entonces asombro, sino más bien lo que sucede es que la narración devela en un momento algo que no se ha anticipado jamás, por lo tanto la sensación no es de tensión, sino que lo que se percibe es lo forzoso

Un final sorpresivo (un buen final sorpresivo) no es en absoluto registrado como violento. Un relato que opte por estos desenlaces hará firme una visión, una línea de lectura, nos convencerá de algo, para luego asombrarnos; la tensión será parte necesaria de su estructura. El problema en este caso es que nada nos lleva hacia allí, la historia se desarrolla en otros planos, no pone nunca el acento en lo que después devela, por lo tanto, el final se presenta como desconectado, como si no tuviera relación alguna con el resto del relato.


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Problemas de género

Juegos de playa es la segunda novela de Betina González. O quizás debería decir es la primera compilación de Betina González, porque como su contratapa nos anticipa fugazmente, el libro es la compilación de una novela breve, y una serie de cuentos, bautizados Otros juegos. Hasta allí, entonces, una compilación, donde se supone que lo fuerte del libro se encuentra justamente en la novela, ya que es aquella quien da título al libro. El problema es que la novela parece un cuento. O mejor dicho, podría haberlo sido, simplemente así habiéndolo denominado.

La novela comienza y culmina con la historia del soldado, y en el medio suceden un montón de episodios que no tienen demasiado que ver con el eje de la narración. Son como accesorios que en varios momentos parecen descartables. Podríamos (y estoy segura que valdría la pena) sacar cincuenta páginas de las cien que componen la novela y aún así la historia seguiría siendo la misma. Sin embargo, uno de los problemas es que se transformaría en un cuento. Por eso digo que la novela, esta novela, es para mí, un cuento.

Hay una historia, pequeña, y se desarrolla esa situación, el resto son otras situaciones, que podrían ser también ellos otros cuentos. Como de hecho sucede con los otros relatos incluidos en el mismo libro, que logran una mayor solidez narrativa y estética (el mejor: Antropología fantástica, vale verdaderamente la pena leerlo). El problema con la novela es que aquello que debería ser no es, entonces el relato se transforma en algo que padece su propia indefinición.


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La novela como excusa

Se podría pensar por un momento que la novela trata sobre Malvinas. La guerra sobrevuela el texto constantemente, aunque prácticamente no aparece la narración directa de ella. Se podría pensar (y creo que es acertado hacerlo) pensar a la historia ficcional como una gran excusa para hablar de la guerra. Considero que incluso es lo mejor de la novela: la posibilidad de acceder a una visión infantil de un combate bélico. Es poder también husmear en la mirada de la mayoría, al enfoque de la mayoría.

Andrea y su familia representan a la clase media argentina que eufórica defiende una causa estúpida, sin saber demasiado de ella. No participa, pero alienta, y entonces participa. En este sentido, es interesante el acceso que se nos permite a una realidad que es demasiado cercana, pero ajena.

Si lográramos sacar del relato una serie excesiva de situaciones en sí interesantes pero sin conexión entre ellas, quizás tendríamos acceso a un texto mucho más sólido. Por ahora tendremos que conformarnos con sólo vislumbrarlo.



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- González, Betina. Juegos de playa. Clarín-Alfaguara, Buenos Aires, 2008.


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Betina González nació en Villa Vallester y está radicada en los Estados Unidos. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación y autora de la novela Arte menor, con la que obtuvo el Premio Clarín de Novela 2006.
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